LA VIDA SOBRE TOTORA
(borrador... no hay mucho tiempo en una cabina pública)
"Los caballos de totora salen a las once de la mañana", eso dijo mi tío y no le creímos. Desde el segundo piso de aquel restaurante con vista al mar, desde ahí los estábamos contando. Llegamos a doce.L Eran las milenarias embarcaciones, pequeñas, unipersonales, perfectas. En ellas, un pequeño espacio para el pescador arrodillado y otro, delante de las rodillas dobladas, que no se ve a primera vista, para lo pescado.
¿Será milenaria también esa alegría de los habitantes de la playa Santa Rosa en Lambayeque? ¿Y su comprensión con el mar tan semejante a la que hay entre dos mejores amigos? En sus caras no había resignación por la poca pesca de hoy. Cinco horas y escasos y pequeños pescados que, ahogándose, dejaban de ser peces. No había tristeza en sus semblantes. "Tómame una foto con mi balsa", gritaba uno e incluso jugó bromas con el tamaño de mi primo: "Este es más grande que mi balsa". Y todos reímos juntos. No tenían resentimiento con la vida esta mañana. La comprendían desde siempre y sabían que si hoy su amanecida y esfuerzo por remar su compañero de totora no fueron recompensados, pronto sí lo será. Es que no hay que rabiar, todos tenemos malos días, incluso el mar. Pero ellos son la excepción porque para los amigos de Santa Rosa no hay malas horas.
Chiclayo.
TechnoratiTags: totora, santa rosa, Lambayeque
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