((((@)))) El ojO del Camaleón.

Los papeles se pierden, el disco duro corre el riesgo de infectarse con algún virus. Algo peor y bueno a la vez, las ideas se reproducen en la mente como roedores. Y -sin importar lo interesantes que pueden ser- son reemplazadas por otras y relegadas al olvido en cuestión de segundos. Antes de que todo esto pueda acontecer, emplearé este blog.

martes, junio 26, 2007

ESA CARTA

Ella amaneció con su pequeña hija en brazos, las sábanas a un lado y la ventana del pequeño cuarto abierta. Síntomas de personas calurosas que llaman la atención en una ciudad como Lima, que es atacada en estos meses por una ola de frío que afecta hasta al más resistente. El hermano de ella logró hacer peripecias para poder entrar por la estrecha ventana (estaba encima de un vacío de unos cinco o seis metros).

Los vecinos pensaban que estaba desesperado. En estos barrios es común ese tipo de "desesperación": seguro que era un familiar que buscaba algo de dinero para su "vicio", habrán pensado los otros inquilinos, a quienes -aseguro- les incomoda usar las palabras "pasta básica de cocaína", sus siglas "pbc" o simplemente "pasta". Prefieren decir "vicio". Pero los gritos del muchacho detuvieron a la señora que empleaba la lavandería común y el resto de inquilinos empezó a salir del los cuartitos.

"Piensa lo peor y acertarás", es un dicho que odio citar, pero cae a pelo. Ellos, los vecinos, pensaron lo peor y no se equivocaron. Algunos fueron a trabajar a las fábricas aledañas y les dijeron a sus esposas o convivientes que cuando les cuenten todo al regreso o que les manden un mensaje de texto al celular, que lo leerían cuando vayan al baño o en el descanso.

La mujer estaba muerta. Acertaron los vecinos, pero se quedaron cortos. La pequeña de año y medio también. El hermano seguía gritando. Salió la cuñada de la fallecida, que vivía en un cuarto vecino. "Todo fue rápido desde ese momento", cuenta un inquilino a una reportera de television, que llegó junto con una horda de colegas minutos después de que la policía arribara. El hermano y la cuñada fueron llevados a la comisaría, serían interrogados. Llegó una prima de la mujer suicida, cuenta que era de Satipo, que la mamá, su tía, le había llamado desde ahí pidiéndole que vea si lo que escuchó de la radio es cierto. Sí tía, es cierto, es cierto, pero tranquila, yo voy a ver todo, se escucha. La mujer está calmada si se considera lo sucedido. Es que no la conocía mucho, explica.

Un reportero envió un útimo despacho en vivo sobre la desgracia, ya convertida en noticia a esas alturas. Quería contarlo todo, pero los dogmas radiales exigen ser conciso. Aun así, trató de no serlo esta vez. Salvo los nombres de los involucrados, los oyentes escucharon algo así:

-Fueron trasladados a la Morgue Central de Lima los cuerpos de Gabriela Bice Díaz, de veintidós años de edad, quien se suicidó al beber un insecticida, el mismo que dio a su hija Lucy, de solo año y medio de nacida, hallada también muerta en sus brazos...los cuerpos, fueron hallados por un hermano de la mujer, luego de meterse por la ventana tras tocar por horas la puerta del cuarto en el que ella vivía, en el distrito de Santa Anita.
-Bien, nosotros pudimos acceder a unas cartas que la suicida dejó a su madre, a su padre y a sus hermanos... en ellas asegura que se quitó la vida tras hacer lo mismo con su bebé porque su esposo, Gerson Poma, la había abandonado y no le daba dinero para su manutención.
-"Mami, si vieras como estoy, hubieras preferido no tenerme... estoy en la miseria, mi hija me pide un pan y no puedo dárselo", dice la carta que va dirigida a su madre.
-"Papá, me arrepiento de haberme encontrado con ese hombre, todo se lo gasta y nunca me trajo dinero", dice un pasaje de la carta que dirigió a su padre... en tanto, en la misiva que dirige a sus hermanos, les pide que estudien para que no pasen lo mismo que ella pasó.
-"Cuando me entierren, háganlo sonriendo, no lloren, Lucy y yo estaremos mirándolos", finaliza.
-En tanto, los 3 familiares detenidos -hermano, cuñada y esposo de esta- siguen siendo interrogados por los efectivos de la Geincri Este, en el local de esa entidad policial.


El reportero pidió a su chofer irse de ahí, pues había otro hecho que cubrir al otro lado de la ciudad; otra vez, policial. Las funerarias frente a la morgue estaban llenas de cajones baratos. Uno grande y uno pequeño, aún vacíos, cruzaban la pista cargados por dos personas cada uno.